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22 de noviembre de 2024

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1234


A partir de la Reconquista es evidente que en muchas de las villas y ciudades, como Trujillo (25 de enero de 1232), cuando entraron los cristianos ya había judíos allí. Lo primero que salta a la vista es lo favorable que resulta para los judíos la política de los reyes de León o Castilla y demás estados peninsulares en los siglos XI al XIII, en contraposición con lo que entonces ocurría en toda Europa, entendiendo por favorable la tolerancia hacía su religión, el otorgamiento de la igualdad de derechos con los cristianos y la concesión de una gran autonomía en su organización administrativa, jurídica y aún económica. Esto era como consecuencia de la ayuda que necesitaban los reyes para llevar a cabo sus conquistas y posterior consolidación de la mismas, pues en los siglos XI al Xlll, era muy poco abundante la figura de los que hoy llamamos un financiero. Aquí los judíos acaudalados tenían un ancho campo. Adelantaban a los reyes, obispos y magnates los dineros que precisaban para la guerra para las necesidades de su casa, incrementando de esta forma no solo su fortuna sino también su poder. Cristianos y judíos convivieron pacíficamente durante mucho tiempo en los diversos reinos medievales de la Península Ibérica. Esto no significa que ambas comunidades hubieran establecido una tregua en el terreno de las ideas. Antes al contrario, las armas ideológicas nunca dejaron de estar preparadas para el combate. A los ojos de los cristianos, los judíos eran un pueblo deicida. Si se aceptaba a los hebreos en tierras cristianas era únicamente con la esperanza de ver cumplidas las profecías que anunciaban la conversión final de los judíos a la fe católica. Ahora bien, la hostilidad ideológica no fue obstáculo para que, salvo en determinados momentos por lo demás excepcionales, reinara relativa armonía entre cristianos y judíos hasta los años finales del siglo XIII.

Las duras disposiciones antisemitas del Concilio de Letrán de 1215 no fueron llevadas a la práctica (se ordenaba, entre otras cosas, que los israelitas llevaran un signo distintivo que los identificara) no fueron llevadas a la práctica en tierras hispanas. A escala popular, la inquina antijudía estuvo amortiguada, tanto por la expansión generalizada que vivieron los reinos cristianos durante los siglos XI-XIII, como por el hecho de que en esas centurias apenas atizaran los predicadores el fuego antisemita. La necesidad de atraer pobladores a los reinos cristianos y la urgencia de contar con artífices en menesteres especializados (comercio, medicina) explican que los judíos, muchos de los cuales habían huido de Al-Andalus al producirse las invasiones de almorávides y almohades, fueran no sólo tolerados en la España septentrional, sino incluso bien recibidos.

Los judíos aparte de escalar posiciones por su ayuda financiera, las iban consiguiendo por sus labores administrativas gracias al adiestramiento adquirido en los estados musulmanes, lo que les hacía muchas veces imprescindibles en los nuevos estados cristianos y en los nuevos municipios. A ello se añade el conocimiento de los territorios conquistados, ya que en ellos habían vivido siempre.

Tras la reconquista, se crearon barrios nuevos, lo mismo en las ciudades de raigambre antigua, tal es el caso de Trujillo, que en las recién fundadas. Recibieron privilegios de los reyes conquistadores y su papel se vio reconocido en los fueros que los monarcas otorgaban a las poblaciones. Se formó y desarrolló una clase urbana, y con ella, esos barrios judíos cuyos restos podemos rastrear en las proximidades de la actual plaza mayor de Trujillo, calle de Tiendas, calle Gurría y plazuela del Azoguejo o "mercado permanente". La aljama en los primeros años que siguieron a la Reconquista estuvo en el centro de la ciudad, lo que nos hace pensar que la antigua aljama de Trujillo debió estar próxima a la iglesia de santa María la Mayor. En este tipo de Aljamas no era frecuente que los judíos se dedicaran al préstamo, aunque siempre había alguno que daba dinero a crédito.

En el siglo XIII, en Castilla la judería más grande, no sólo en número, sino también, en importancia económica y cultural, era Toledo, a distancia de las demás. En Andalucía destacaban Sevilla, Córdoba, Jerez y Jaén, que entonces comenzaban a rehacerse y engrandecerse. En Extremadura, Trujillo, Cáceres, Plasencia y Badajoz. En el norte, Burgos, y entre éstas y Toledo había una serie de juderías de similar tamaño e importancia: Palencia, Sahagún, Villadiego, Carrión de los Condes, Valladolid, Medina del Campo, Peñafiel, Ávila, Segovia, Soria, Medinaceli, Guadalajara, Cuenca, Huete y Talavera. Al oeste había pocos judíos, siendo de mención León, Salamanca y Zamora. Fuera de éstas, había otras menores (Haro, Miranda de Ebro, Vitoria, Ayllón, Maqueda, Ocaña, etc ). En el siglo XIV se incrementaron las juderías rurales, sobre todo en Andalucía y Extremadura.

Los monarcas cristianos habían protegido decididamente a los israelitas, considerándolos posesión particular (eran los servi regis). Numerosos hebreos habían ocupado puestos claves en el gobierno, tanto del reino castellano-leonés como de la corona de Aragón, y desempeñado un papel de primera magnitud en el orden intelectual, según se puso de manifiesto en la Escuela de Traductores de Toledo. El año 1290 se confecciona en Huete un padrón de impuestos, como queda dicho anteriormente, es el primer dato escrito ( aparte de los epigráficos, ya citados) que tenemos de los judíos de Trujillo, según éste a los judíos de Trujillo les correspondía pagar 3.769 maravedís, mientras que Plasencia paga 16.44 maravedís, siendo de todas las juderías extremeñas la que más paga y por tanto la más grande de aquellos tiempos en la región.

Tras Plasencia, vendría en importancia Trujillo, seguida de Cáceres, Coria, Mérida y Badajoz. De este siglo no tenemos más noticias que este padrón de impuestos pero podemos imaginar que no sería muy diferente de lo que era habitual en otras aljamas castellanas.

Por regla general en las juderías como la de Trujillo, la mayoría de la población la componían en esta centuria, artesanos y pequeños comerciantes. Siendo los oficios más habituales los de sastre, guarnicionero, pellejero, zapatero, herrero, alfarero, tintorero. Junto a ellos estaban los tenderos. Y al lado de todos ellos solía haber siempre algún estudioso de la Tora o Ley Judía, los cuales eran mantenidos por la comunidad.

A lo largo del siglo XIV la convivencia entre judíos y cristianos se va deteriorando. Surgen también en el interior de las juderías luchas sociales, las cuales terminan con los privilegios de algunos aristócratas judíos. Los datos que del siglo XIV tenemos nos indican, sin embargo, que en esta centuria su población y su pujanza se habían incrementado bastante. Diversos documentos fechados en la mitad de ese siglo nos muestran a ciertos judíos comprando y vendiendo terrenos y dedicados al comercio de paños.Destaca entre ellos la familia Cohen, dos de cuyos miembros, don Cague y don Sayas, hijos de don Yusef Cohen, compran, en 1347 y 1350, a dos hermanas, Leonor y María Alfonso, la heredad y dehesa de las Abiertas, en termino de Trujillo por un total de 18.000 maravedíes. Curiosamente, trece años después, en 1363, don Sayas y los herederos del entre tanto fallecido don Cague Cohen venden esa misma heredad y dehesa al monasterio de Guadalupe en un precio ligeramente inferior a 17.500 maravedíes.

Quizás el dato mas llamativo y también el más difundido que conocíamos de esta decimocuarta centuria sea el relativo al curioso episodio que nos refiere el Canciller don Pero López de Ayala en su Crónica del rey don Pedro. Según cuenta, en 1355, cuando el célebre tesorero real don Samuel Halevi le pide al monarca, como lugares seguros, dos castillos para emplearlos como deposito donde amontonar los dineros con que pensaba acrecer el tesoro del rey, elige precisamente junto a de Hita, el alcázar de Trujillo16. Años más tarde, en 1387, el rey Juan I otorgaba a Alvaro de Ponte cinco mil maravedíes de la cabeza de pecho de la aljama de los judíos trujillanos, quiere decir que esta aljama pagaba bastante mas de impuestos que un siglo antes, lo cual supone probablemente un incremento de su población.

Una de las escasas noticias de vida intelectual y de estudios rabínicos de los judíos extremeños, durante esta centuria, la tenemos en Trujillo. Dicho datos es un colofón de un manuscrito que se guarda en Munich, y es la copia de las Tasafot al tratado talmúdico, que terminará de copiar el calígrafo Abrahán bar Yosef Haluzo en febrero de 1360. El hallazgo de este documento hace pensar que por esta fecha funcionara en la comunidad judía de Trujillo una academia rabínica.

El aumento de la población judía de Trujillo, a lo largo de esta centuria, pudo ser debido a la emigración de los judíos andaluces, donde las relaciones entre judíos y cristianos se encontraban bastante deterioradas, y más concretamente en la diócesis de Sevilla, donde nacerían los graves sucesos de 1391. Huyendo de este peligroso clima que se iba creando llegaron muchos judíos a estas tierras extremeñas, que por entonces estaban poco pobladas y mucho más pacíficas y a la vez por estar cerca de la frontera de Portugal, lo cual, era buena cosa para huir en caso de apuro.

A raíz de estos hechos comienzan a celebrarse una serie de Cortes de Castilla durante los años 1405 y 1406 que servirán de "plataforma legal antijudía". Las antijudías salida de estas Cortes, son las que a lo largo de la primera mitad del siglo XV se lleven a cabo gran número de conversiones, siendo estas las menos auténticas y sinceras, siendo la mayoría falsas y oportunistas y ocasionando el problemas de los falsos conversos

El 2 de Enero de 1412, a petición de fray Vicente Ferrer el gobierno de Castilla promulga en Valladolid el "Ordenamiento sobre el encerramiento de los judíos", conjunto de 24 disposiciones, extremadamente restrictivas contra los judíos. Aunque debido a privilegios que reyes posteriores les habían concedido no se llevó plenamente a cabo hasta el ordenamiento de 1440 de los Reyes Católicos en nuevos barrios, podemos ver por algunos documentos que esto no fue sencillo. Dice parte de uno de ellos: "... por cuanto los dichos judíos no dexavan las dichas casa la reçibiesen...", a partir de esta fecha comienza aumentar la nueva judería enclavada, como ya dijo antes, por La Rinconada, donde vivían los más ricos y estaban situados los mesones, y sus aledaños, calle Nueva, calle Tiendas donde se encontraba situada la sinagoga y que probablemente por aquel entonces fuera llamada también calle Nueva y se prolongara hacia la actual que lleva este nombre.

Tras la muerte de Enrique IV, se disputan el trono de Castilla doña Isabel, hermana del Rey y doña Juana, hija de Enrique IV, conocida por "La Beltraneja" y de la que se pone en duda la paternidad del rey.

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